LA MEDIDA DEL ZAPATO
Una
destrucción de las barreras represivas que se le han impuesto al
instinto filosófico (el uso de la razón.)
Para
comenzar por algún lado
Algunas
anotaciones previas
(Siempre
se filosofa en contra de)
Hay
cursos y manuales de introducción a la filosofía. Esto convierte a
la filosofía en una actividad como tantas otras, un saber
especializado que necesita que los hombres comunes y corrientes (el
vulgo) sea interiorizado de este saber, que cumpla con algunos
requisitos que le permitan superar las pruebas a las que será
sometido en una iniciación ritual como los que permiten a los
profanos ingresar en una sociedad secreta o en una secta.
Tenemos
que discrepar con esta idea. Debo confesar que comencé a escribir
partiendo de este supuesto, pero luego, cuando llegué a ocuparme de
la clasificación de los saberes entre los que se cuenta a esta
anti-disciplina me tuve que rectificar y opté por comenzar
por un nuevo punto de vista: el filósofo no es una categoría
especial de ser humano, sino que el ser humano es una especie
particular de filósofo. No se necesita estudiar para filosofar, se
estudia para educarse, que es uno de los medios empleados para
destruir en los humanos el instinto filosófico.
La
carencia de actitud filosófica es una patología muy difundida que
numerosas influencias sociales procuran imponer. Mis sospechas sobre
esta visión se inició cuando reflexioné sobre la contraposición
que se presenta como una buena manera de distinguir los saberes:
entre saber crítico (ciencia y filosofía) y saber ingenuo (o
vulgar). Me disgustaba la idea de menospreciar al hombre que carece
de un barniz de filosofía como dice Bertrand Russell considerando
que su saber era meramente vulgar y eso me tuvo varios días
meditando por qué se generaba esta separación entre unos
“iluminados” y los habituales “palurdos” del “populacho”
que están dormidos y necesitan alguien que los “avive”.
No
dudaba de que la ciencia y la filosofía integraban el saber crítico:
un conocimiento metódico y racional por excelencia. Para acceder a
estas formas de saber se requiere de un esfuerzo especial, si a los
humanos no los induces a seguir este camino, se hundirán en la
superstición y el misticismo. El impulso natural es hacia el mito y
hacia la religión: el filósofo es un ser extraño que ha pasado por
algún proceso que necesita ser explicado.
Sin
embargo, este término significa amor a la sabiduría, no es más ni
menos que una tendencia hacia el saber, algo que no se puede imponer.
Entonces, ¿qué pasa cuando se enseña filosofía, se puede generar
esa tendencia o ese amor, esa atracción? ¿es posible enseñar a
filosofar? ¿Se puede decir que la mayoría de los humanos están
fuera de la filosofía y que es necesario “introducirlos” en
ella?
Esta
última pregunta tiene dos respuestas: una, que los humanos han sido
expulsados del ámbito filosófico y que, por lo tanto, deben ser
reincorporados a la filosofía; o que a estos se les ha quitado una
parte esencial de su ser y es este impulso hacia el saber lo que debe
ser reincorporado por los propios mutilados.
Por
eso nos proponemos una escritura que logre movilizar esa energía que
esta contenida, que despierte los impulsos instintivos más
profundos, porque, ¿hemos pensado que la razón es algo que se
incorpora del ambiente o es la más instintiva de nuestras facultades
humanas?