miércoles, 13 de enero de 2016

LA MEDIDA DEL ZAPATO
Una destrucción de las barreras represivas que se le han impuesto al instinto filosófico (el uso de la razón.)

Para comenzar por algún lado
Algunas anotaciones previas
(Siempre se filosofa en contra de)

Hay cursos y manuales de introducción a la filosofía. Esto convierte a la filosofía en una actividad como tantas otras, un saber especializado que necesita que los hombres comunes y corrientes (el vulgo) sea interiorizado de este saber, que cumpla con algunos requisitos que le permitan superar las pruebas a las que será sometido en una iniciación ritual como los que permiten a los profanos ingresar en una sociedad secreta o en una secta.
Tenemos que discrepar con esta idea. Debo confesar que comencé a escribir partiendo de este supuesto, pero luego, cuando llegué a ocuparme de la clasificación de los saberes entre los que se cuenta a esta anti-disciplina me tuve que rectificar y opté por comenzar por un nuevo punto de vista: el filósofo no es una categoría especial de ser humano, sino que el ser humano es una especie particular de filósofo. No se necesita estudiar para filosofar, se estudia para educarse, que es uno de los medios empleados para destruir en los humanos el instinto filosófico.
La carencia de actitud filosófica es una patología muy difundida que numerosas influencias sociales procuran imponer. Mis sospechas sobre esta visión se inició cuando reflexioné sobre la contraposición que se presenta como una buena manera de distinguir los saberes: entre saber crítico (ciencia y filosofía) y saber ingenuo (o vulgar). Me disgustaba la idea de menospreciar al hombre que carece de un barniz de filosofía como dice Bertrand Russell considerando que su saber era meramente vulgar y eso me tuvo varios días meditando por qué se generaba esta separación entre unos “iluminados” y los habituales “palurdos” del “populacho” que están dormidos y necesitan alguien que los “avive”.
No dudaba de que la ciencia y la filosofía integraban el saber crítico: un conocimiento metódico y racional por excelencia. Para acceder a estas formas de saber se requiere de un esfuerzo especial, si a los humanos no los induces a seguir este camino, se hundirán en la superstición y el misticismo. El impulso natural es hacia el mito y hacia la religión: el filósofo es un ser extraño que ha pasado por algún proceso que necesita ser explicado.
Sin embargo, este término significa amor a la sabiduría, no es más ni menos que una tendencia hacia el saber, algo que no se puede imponer. Entonces, ¿qué pasa cuando se enseña filosofía, se puede generar esa tendencia o ese amor, esa atracción? ¿es posible enseñar a filosofar? ¿Se puede decir que la mayoría de los humanos están fuera de la filosofía y que es necesario “introducirlos” en ella?
Esta última pregunta tiene dos respuestas: una, que los humanos han sido expulsados del ámbito filosófico y que, por lo tanto, deben ser reincorporados a la filosofía; o que a estos se les ha quitado una parte esencial de su ser y es este impulso hacia el saber lo que debe ser reincorporado por los propios mutilados.

 Por eso nos proponemos una escritura que logre movilizar esa energía que esta contenida, que despierte los impulsos instintivos más profundos, porque, ¿hemos pensado que la razón es algo que se incorpora del ambiente o es la más instintiva de nuestras facultades humanas?